viernes, 19 de abril de 2013

els egiptes

les egipcies se solien enterrar en piramide en  mercancia de or...




Una nueva novela de Nacho Ares juega con la idea de que Howard Carter buscaba un sepulcro oculto en paralelo al de Tutankamón, y lo encontró

“Según esta piedra, en el valle hay otra tumba esperándonos...”, sentenció la hija de Carnarvon. “Una tumba maldita”.

La frase, que la joven Lady Evelyn pronuncia con un misterioso ostracon, un fragmento calcáreo usado para garabatear un mensaje en la Antigüedad, en la mano, es de la novela de Nacho Ares La tumba perdida (Grijalbo, 2012), una ficción muy bien pergeñada, a la anglosajona para entendernos, que juega con la idea de que Howard Carter y Lord Carnarvon toparon durante su búsqueda de la tumba de Tutankamón (KV 62) con otra mucho más misteriosa y, esta sí, ¡maldita!

“Es ficción, claro, pero factible”, recalca Nacho Ares, que recuerda que se están descubriendo estructuras nuevas en el Valle de los Reyes —ya se habla extraoficialmente de KV 64 y KV 65, dos probables nuevas tumbas—.

La novela va alternando la época del descubrimiento e investigación de la tumba de Tut con la de la vida del joven faraón prematuramente muerto (hasta aquí nada nuevo bajo el sol —de Atón—). La trama antigua de hace 3.300 años se centra en las tensiones de la vuelta a la ortodoxia tras el agitado periodo de Amarna y las desviaciones religiosas del hereje Akenatón. El lector pronto descubre, así que no les fastidio nada, que la segunda tumba que Carter trata de encontrar en paralelo a la de Tutankamón es la de su padre Akenatón, al que el hijo ha trasladado en secreto al Valle de los Reyes en un acto tan piadoso como peligroso. 

Ares describe a Tutankamón (un placer reservado a los novelistas: hay que ver cómo disfrutó Terenci mostrándonos el dorado trasero) como valeroso y poco manipulable, aunque eso sí, tal como mandan los tiempos y las últimas investigaciones, cojo.








de carlos 

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